LLEGO EL MOMENTO, EL MOMENTO DEL PUEBLO
Llegó el momento
Enrique Maza
Ni las elecciones ni la concepción nacional que se impuso por fraude ni la situación que se derivó de ellas son un estímulo para lo que hacemos y para lo que queremos ser y vivir: una sociedad realmente generosa, justa y humana para todos. El PAN, acompañado de sus patéticas comparsas, con Calderón y Espino al frente y avalado por Estados Unidos y sus patrones nacionales, no es más que la administración de pensamientos archivados, para ocultar su fechoría contra el pueblo de México. Quisiera parecer honrado, pero no puede impedir que los grandes temas y las urgencias de México se le conviertan en hipocresías y en verdades a medias. Quiso politizar su concepción integrista y sólo consiguió enlodar todo a su alrededor. Quiere ser católico, pero su catolicismo medieval lo convierte en sepulturero de los ideales que México necesita y reclama. El PAN desgastó su vestidito católico y nos llevó a la catástrofe de los valores. Su campaña presidencial fue pedestre, repleta de fobias, de irregularidades, de violaciones a la ley y de atropellos al pueblo. Hizo que la democracia traicionara su propia esencia.
Fox (y los presidentes neoliberales antes que él) dejó un alto número de salarios infames, de campesinos sin tierra, de trabajadores sin empleo, de bosques talados, de riquezas naturales y humanas depredadas o desperdiciadas, de riquezas económicas concentradas. Sólo hay que ver las cifras reales del desempleo y de los empleos creados por Fox y empresarios, en comparación con los que se necesitan y debieron haber creado: 1 millón de 7 millones necesarios. Y cómo subieron los precios y se estancaron o bajaron los salarios. Por eso, dejó retrocesos nacidos de los mismos progresos económicos acumulados. Los mercados libres no se llevan bien con la democracia y con los derechos humanos, porque necesitan proteccionismo e intervención del Estado en la economía, y exigen acumulación de riqueza y de privilegios para sobrevivir a la competencia a costa de lo que sea y de los que sean. Su situación ideal es la que le permite una absoluta libertad de acción para su dominio sobre un mundo de esclavos.
Ese modelo exige que un sector de la población sea siempre inferior, y ese tipo de sociedad es inevitablemente represivo. De ahí que la intervención del Estado sea y se obligue a ser antidemocrática y desigual. Por eso estamos tan lejos de la democracia. Y en cambio, esa es la seudodemocracia que protegen a toda costa y que además nos presumen. Por años, el pueblo de México experimentó que, después de tantos esfuerzos, no ha podido salir de donde está, mientras la clase del privilegio sigue creyéndose con derecho a explotar a los de abajo sin aceptar, ni reconocer siquiera, la responsabilidad implicada en la posición dominante que se arroga. La competencia brutal y la codicia de dinero se empeñan en destruir nuestro sentido de comunidad.
Pero llegó el momento -como dijo Sartre- "en el que los hombres, saliendo de su serialidad y de la imagen misma de la servidumbre, accedan a la verdadera humanidad, a pesar de que en una sociedad de hombres siempre hay algo salvaje, que se resiste al deseo de pureza y de transparencia". En México, además, llegó el momento en que la sociedad empieza a sacudirse las manipulaciones mentales, avaladas por la Ley Televisa, a las que nos han sometido, sobre todo, la televisión, la gran prensa, las campañas políticas y presidenciales denigrativas y la malicia de las instituciones electorales, religiosas y presidencial que cometieron o avalaron el fraude, la mentira, la calumnia y las violaciones a la ley.
El pueblo de México está viendo cada vez con más claridad y cada vez en mayor número quiénes, cómo, para quiénes y para qué son los que gobiernan. Dejarán de importar tarde o temprano. Ya se empezó a escribir otra historia con la esperanza y la decisión de cambiar lo que existe. Inició la resistencia. Su decisión es reconstruir el Estado, rehacer las instituciones y darle la vuelta a la relación de las clases sociales.
Ya hay, de facto, dos gobiernos enfrentados sin concesiones posibles, el designado por el tribunal federal electoral y el escogido por la resistencia. Será una etapa inédita en la vida nacional. Será escribir otra historia, que no estará exenta de contradicciones y de errores en ambos lados. Es de desear que no se llene de intransigencias y de enfrentamientos entre la postura del privilegio y la postura de la justicia. Las dos saldrían perdiendo. Esa historia tendrá que escribirse sin violencia, sin represión y con respeto, o desgarrará al país una vez más y sin fruto. El movimiento popular tendrá que extenderse, hasta que se hunda y enraíce, para lo cual será necesario un trabajo unido, sacrificado, profundo y extenso de politizar, de motivar, de clarificar, de coordinar, de dirigir, de aglutinar, que culmine en otra realidad. La nación debe reorganizarse, y una nueva Constitución debe darle consistencia, para que les pertenezca a todos, fructifique para todos y deje de fructificar para unos pocos. Esos pocos que nunca van a oír y menos a entender lo que está pasando en el inicio de esta historia que empieza y que sólo se escucha adentro y se hace desde adentro. El pueblo se decidió a hablar y su palabra nace de la realidad.
Se trata, en primer lugar, de que salgan a relucir la verdad de la realidad y la revolución objetiva que la realidad exige, más allá de las supuestas conversiones subjetivas que ponen su empeño en que todo siga igual en esencia, como es evidente en el discurso de Calderón sobre los pobres. En ese discurso, el México real sólo queda disimulado, anulado y encubierto. No es lo mismo la libertad de expresión que la voluntad de verdad. La realidad conocida y enfrentada exige honradez y reconfigurar la conciencia colectiva. Pero eso es imposible en un régimen que ha estado y está fuera de todo control democrático -por algo hay fraude electoral- y que mantiene un enorme poder de facto para defender los intereses económicos, políticos, sociales y culturales que ahora le ha otorgado a Calderón ese pequeño segmento de la población, Fox incluido, que realizó el fraude para su beneficio.
El actual encubrimiento oficial de la realidad nacional es un auténtico escándalo. Pero fue esa realidad la que tomó el Zócalo y el Paseo de la Reforma. Esa realidad es la inmensa mayoría constituida por los pobres, por los más pobres y por los que cada día se suman a los pobres. Esa es la mayoría que quiere, necesita y plantea un México nuevo. Y es la que empieza a organizarse para construirlo desde abajo, a través de una revolución pacífica y democrática, a partir de una democracia representativa y fidedigna, lo que implica lucidez, libertad, justicia y soberanía. Requerirá una organización ciudadana creciente y sólida que defienda la autonomía del movimiento y que no permita las divisiones internas que crean las eternas y malsanas luchas por el poder, los caciquismos, los caudillismos, los mesianismos y las contiendas ideológicas estériles. No es un camino fácil. Tendrá que salvar todas sus propias contradicciones. l
Fecal entiende: EL PUEBLO NO ES TONTO!!!
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