QUE BUENO QUE NO SOMOS IGNORANTES COMO FOX
Descomposición
gerardo albarrán de alba*
Vicente Fox hizo las maletas no cuando anunció que bajaba la cortina, después de las elecciones del 2 de julio, sino desde el momento mismo en que se cruzó la banda presidencial que le entregó Ernesto Zedillo. Incapaz de entender el papel histórico que le tocaba representar en la construcción de un país democrático, se apropió de la representación misma de la democracia, como si en la sola primera alternancia en el poder que le tocó protagonizar hace seis años se cumplieran los anhelos de millones de mexicanos que lo beneficiaron al votar en contra del continuismo de un priismo agotado. No hubo reforma del Estado que sentara las bases para una transición democrática firme ni tuvimos un crecimiento económico que alejara a millones de la pobreza. Fox no sólo eludió confrontar las estructuras del poder para combatir la corrupción, sino que se hizo parte de ella al defender las trapacerías de sus familiares más cercanos –los suyos y los de su esposa– y al intervenir abiertamente en el proceso electoral para evitar el ascenso al poder de un proyecto que amenazaba a los intereses que siempre ha servido. El vacío de poder que representó su paso por la Presidencia de la República fue llenado inmediatamente por todo aquello que tenía la obligación histórica de combatir.
Vicente Fox podría blandir un cínico “se los dije” para recordarnos su recomendación de no leer periódicos para ser felices en la ignorancia, o repetirnos a todos la frase “¿Y yo por qué?” para justificar su irresponsabilidad política, o insistir en el autoengaño del “hermoso país” en que ha vivido y ha pretendido que le creamos que es el mismo en el que todos los demás padecemos –de una u otra forma– sus desatinos
En México, quienes pasamos ya de cierta edad para recordarlo, nos acostumbramos a ver cómo enloquecían los presidentes al acercarse el final de su incontrastable poder y tomaban decisiones que, como patada de ahogado, nos condujeron a crisis económicas y políticas. Vicente Fox no ha sido la excepción. O tal vez sí… porque si hacemos memoria, sus dislates no se constriñen al último año de su mandato. No sólo se da permiso para decir “cualquier tontería” ahora que afortunadamente ya se va, las dijo y las hizo desde el principio de su administración. La consecuencia es una de las mayores crisis sociales e institucionales que haya padecido México, y va más allá de una desilusión tan grande como era la expectativa de cada uno de los que pensaron en la posibilidad de un cambio. Ese es el estado real de la nación que entregará a su sucesor: la descomposición.
Ulises, FeCal, Fox entiendan: EL PUEBLO NO ES TONTO!!!
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