RUMBO A LA CONVENCION NACIONAL DEMOCRATICA
Opinión
México
La presidencia itinerante de López Obrador
Por: Julio Pomar
Mientras López Obrador se aprestaba a dar el “grito” por la independencia nacional este viernes 15 de septiembre, al alimón con el que también allí mismo -aunque desde diferentes espacios de la plaza mayor de México- daría el cínico y desacreditado presidente Fox, las huestes obradoristas se preparaban para dos cosas.
Una, el comienzo de su multitudinaria Convención Nacional Democrática (CND) el sábado 16 en el propio Zócalo, después de que haya terminado el desfile militar conmemorativo del inicio de la independencia iniciado por don Miguel Hidalgo y Costilla en 1810, de la cual habrá de resultar la nueva forma del movimiento por la refundación de la República impulsada por los obradoristas.
Y dos, como resultante de los acuerdos que se tomen en la CND, vendrá la definición de la figura que asumirá el liderazgo del mismo AMLO hacia el futuro. Compleja operación ésta, que no deja de estar llena de abrojos políticos y de polémica, tanto al interior del movimiento como en su exterior, que mantiene al tabasqueño en el centro de la atención pública nacional e internacional.
Ya López Obrador y algunos de sus cercanos han adelantado que el liderazgo izquierdista asumirá la forma de una “presidencia itinerante”, viajera, a la usanza de la que Benito Juárez utilizó en el siglo XIX, entre los cinco años que corrieron entre 1862 (31 de mayo) y 1867 (15 de julio), obligado por las circunstancias ingratas de la invasión a México por el ejército francés de Napoleón III, traído acá por la derecha ultramontana, bajo el designio de imponer a Maximiliano de Habsburgo como “emperador” de México, en el comienzo de las aventuras colonialistas de Francia por el mundo, que los llevó hasta Africa y a la Indochina entonces impreparadas para resistir e impedir esa agresión imperialista. O a la usanza de Mahatma Gandhi en la India contra los colonialistas ingleses, ya en el siglo XX, tras que éstos saquearon a placer durante siglos a esa gran nación, convirtiéndola en una nación paupérrima cuando que antes de la agresión británica era un país riquísimo, aunque injusto con sus masas populares, donde los ingleses además de empobrecerlo lo hicieron aún mas injusto con su pueblo.
Incluso han adelantado que López Obrador habrá de mantenerse de lo que los pueblos de las diferentes regiones que recorra le provean para su manutención, lo que constituye una clara convocatoria a la solidaridad popular hacia la causa de la democracia. Naturalmente, esa presidencia itinerante será una suerte de campaña poselectoral en la que habrá de estar tasando todos y cada uno de los actos del ungido Felipe Calderón como gobernante impuesto del país. Será, por decir algo, la “sombra” cuestionante del gobierno panista impuesto amañada y tramposamente. No tendrá AMLO, igual que durante buena parte de la campaña electoral, el registro de sus acciones y pronunciamientos por parte de los grandes medios de comunicación y de la mayoría de los periódicos y revistas, ni los recursos institucionales de que abundará Calderón, pero por su propia naturaleza social habrá de calar hondo en el ánimo popular y, asimismo, en los aconteceres políticos del momento. Habrá de ser una inédita caja de resonancia de la resistencia civil pacífica que se inició el 2 de julio, ante las evidencias del inmenso fraude electoral consumado.
Así, lo que para Calderón sólo es un soflamero reto de cómo “rebasar por la izquierda” las posiciones del obradorismo, si es que cumple este propósito y no se queda, como parece inevitable, sólo en una más de las expresiones del doble lenguaje demagógico que la derecha utiliza, para López Obrador significa el mover una montaña entera de su lugar. Gran reto es el que se auto impone el obradorismo. Sus detractores y enemigos de la derecha y los poderes fácticos, así como algunos izquierdistas que se dejan influir por la engañosa prédica reaccionaria y están desandando su propia ruta política (el escritor Carlos Fuentes, Cuauhtémoc Cárdenas y otros), habrán de decir que López Obrador está “loco” o se salió ya de los cauces del realismo político, pero ante los hechos electorales recientes resulta evidente que sólo un gran movimiento popular hará que las cosas modifiquen el curso letal para México que hoy se registra con la derecha encaramada en el poder.
Y ese movimiento -ya está visto- no se podrá montar desde unas instituciones desvirtuadas para el dominio ad perpetuam de las fuerzas de la conservación, la injusticia social y la entrega de la soberanía nacional al imperio. Pues estas elecciones del 2006 demostraron que la oligarquía no soltará de ninguna manera el poder por los mecanismos del llamado Estado de Derecho. Las fuerzas oligárquicas han hecho absolutamente evidente que ellas pretenden seguir siendo las “propietarias” del poder en México, y punto. Contra ese “y punto” se abrirá una etapa de profundas confrontaciones, que necesariamente deberán ser pacíficas y mantenerse dentro de los límites de una resistencia civil lo más limpia y lo menos dolorosa. Esto, en la óptica del obradorismo, es preferible al ignominioso sometimiento al becerro de oro de los intereses fácticos.
El cual es un camino inédito en México, cuajado de incertidumbres, pero lleno por lo pronto de esperanzas, aunque estas también sean inciertas. Que para Carlos Fuentes no haya habido ningún fraude el 2 de julio tiene la relevancia de sólo una opinión individual, pero ya los hechos le darán respuesta al narrador que cada vez más se acerca a las posiciones de su homólogo el ex peruano Mario Vargas Llosa, los dos miembros distinguidísimos del “boom” literario latinoamericano del siglo pasado. Y deberían él y otros tratar de vivir en el siglo XXI, para descubrir que ya nuestros pueblos -aun en medio de tropezones y descarríos- están despertando del engañoso letargo de la democracia formal, que sólo es una democracia censitaria, hecha por todos pero trucada para placer y beneficio de unos cuantos.
Fecal entiende: EL PUEBLO NO ES TONTO!!!
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