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jueves, agosto 10, 2006

ZONA DE ANALISIS


La debilidad de los pacíficos

Denise Dresser

"La fuerza de los pacíficos", dice Felipe Calderón. Una y otra vez. Repitiendo sin cesar palabras que también contribuyen a polarizar. Actuando como si su partido monopolizara la virtud cuando está lejos de hacerlo. Colocando a la población en los compartimientos que le convienen y desdeñando a quienes se rehúsan a ocuparlos. Evidenciando todo lo que no entiende. El país complejo, diverso, de ricos y pobres, de personas que lo apoyan y de millones que no lo hacen, de quienes creen en la legalidad y de quienes dudan de su existencia, de aquellos que ya votaron y de aquellos que exigen constatar si el país lo hizo limpiamente. Las demandas legítimas. La inviabilidad del status quo. Los agravios acumulados. Los deseos de cambio profundo. Y ante esa realidad, un "presidente electo" que insiste en más de lo mismo.

Más de los mismos spots que tantas divisiones causaron. Más de las mismas posturas complacientes que tanta animadversión generaron. Más de las mismas alianzas tácticas con el PRI que tan contraproducentes resultaron. Más del rechazo al recuento que el 70% de la población apoya. Como si los resultados de la elección no fueran un serio llamado de atención. Como si con tan sólo una decisión favorable del Trife, la partición del país fuera remontable. Como si la descalificación a quienes votaron por AMLO fuera suficiente para neutralizarlos. Como si el decir "México ya votó" fuera suficiente para eliminar las dudas que López Obrador ha logrado sembrar. Como si apelar a la ley fuera suficiente para que todos los mexicanos pudieran confiar en su aplicación. Así actúa hoy Felipe: asumiendo una posición de "fuerza" que revela su gran debilidad.

En las últimas semanas, las críticas se han centrado en el comportamiento de López Obrador y con razón. Pero su adversario también las merece. Con las palabras que pronuncia y las posiciones que asume, Calderón coloca sal sobre las heridas en lugar de contribuir a su cicatrización. Manda un mensaje de continuidad, cuando millones la han cuestionado. Sugiere que es necesario preservar las reglas de juego económico y político, cuando millones las han rechazado. Argumenta que es indispensable defender a las instituciones, cuando -con la excepción de aquellas que se han creado o reformado como IFE, el Trife, la Suprema Corte y el IFAI- muchas no existen para representar ciudadanos, sino para exprimirlos. Desde el 2 de julio, Calderón se dedica a defender al sistema existente, en lugar de plantear opciones significativas para su remodelación.

Y quienes lo acompañan actúan de la misma manera. Los legisladores panistas vacacionando en un hotel de lujo en la Riviera Maya. Josefina Vázquez Mota volando en un avión privado a Monterrey, con el objetivo de recaudar fondos para la campaña mediática contra López Obrador. Televisa ignorando la marcha en la que se anuncia el plantón, e intentando tapar el sol pantalla tras pantalla. Rubén Aguilar burlándose de AMLO y todos los que votaron por él. Vicente Fox usando un desplegado de intelectuales que piden una solución institucional, para apoyar políticamente a su candidato. Marta Sahagún amenazando al legislador que investiga a sus hijos y las fortunas que han logrado acumular. Todos actuando como siempre, cuando los resultados de la elección sugieren que ya no es posible. Que ya no es deseable. Que ya no es factible. Que será necesario gobernar de otra manera, compartir el poder de otra manera, entender la democracia de otra manera.

Pero la alianza panista con Elba Esther Gordillo subraya que Felipe Calderón piensa hacerlo igual. De la mano con una de las partes más podridas del PRI. Una mujer para quien la política es siempre acuerdos en lo oscurito, telefonemas secretos, negociaciones turbias, chantajes indecibles. Alguien cuya sola existencia explica la baja calidad de la educación en México, y la dificultad para reformarla. Alguien que siempre ha usado a la política no para representar, sino para extraer. Alguien que siempre ha visto al sindicato no como un vehículo de colaboración colectiva, sino como un instrumento de control personal. Movilizando a los maestros cada vez que quiere y lográndolo el día de la elección. Llamando a Felipe Calderón "presidente electo" porque ella ha asegurado que lo sea. La mujer que contribuyó a colocarlo a un par de pasos del trono, y ahora querrá compartir las llaves del reino.

Y allí está Felipe apostando a la colaboración con los peores de siempre -Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa- a la espera de sacar, ahora sí, las reformas. Felipe Calderón ni siquiera ha llegado a Los Pinos y ya ha transmitido la imagen de cómo será cuando llegue allí. El presidente de los intereses creados, de las televisoras protegidas, de los sindicatos apapachados, de los monopolios privados. El que para ganar se ha aliado con todos ellos. El que ya aseguró que seguirán produciendo como producen; controlando como controlan; repartiéndose el pastel como se lo reparten. Impasible ante el resentimiento; impávido ante las demandas; desdeñoso ante las dudas sobre la elección; pensando que bastarán 10 puntos para apaciguar al sur del país; rechazando contar los votos cuando le resultará difícil gobernar si no se examinan otra vez.

Decía Lyndon Johnson que la tarea más difícil para un presidente no es hacer lo que es correcto, sino saber lo que es correcto. Y Calderón parece no saberlo. Insiste en dividir al país en los pacíficos y en los violentos, en nosotros los buenos y ustedes los malos, en los ciudadanos que ya votaron y los que no tienen derecho a confirmar que sus votos se contaron bien. Al actuar de esa manera dinamita los espacios comunes antes que contribuir a su reconstrucción. Ahonda las divisiones que la elección ha revelado en lugar de ayudar a su superación. Demuestra que no entiende a los que apoyaron a AMLO y las esperanzas legítimas de una vida mejor que depositaron en él. Aprovecha los errores estratégicos de López Obrador para cerrar los ojos ante la causa necesaria que defiende.

Y Calderón dice ahora: "La mejor defensa contra los males que México ha superado y ha dejado en el pasado, son las instituciones construidas con paciencia y las leyes que regulan por parejo a todos". Lo afirma de manera categórica cuando México no ha superado gran parte de sus males; cuando las instituciones no funcionan para muchos mexicanos; cuando las leyes se aplican de manera dispareja para personajes privilegiados como Arturo Montiel y Mario Marín y Carlos Romero Deschamps, entre tantos más. Calderón lo afirma y subraya qué poco conoce al país, qué poco ha aprendido de la elección, qué pequeña es su capacidad política ante el tamaño del reto que tiene enfrente. El líder de los pacíficos, predicando a sus conversos y alienando aún más a quienes no lo son. ?

Panistas entiendan: EL PUEBLO NO ES TONTO!!!